Cuando me desperté aquella mañana las bombas seguían cayendo, las tropas franquistas
bombardeaban Madrid con el apoyo del ejército fascista italiano y el nazi alemán.
Me encontraba en uno de los búnkers de defensa de la república, aturdido por los impactos de las bombas, la capital estaba siendo asediada por lo que necesitábamos trasladar el gobierno central para no perder el control de la república.
Decidimos llevarlo a Valencia, allí aún quedaba resistencia. Yo iba en uno de los coches que escoltaba al presidente. Abandonando Madrid podía escuchar los gritos de ¡No pasarán! entre alaridos y llantos de los heridos y la ciudad desplomándose tras cada bombardeo.
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